lunes, 11 de agosto de 2014

✡Conociendo a CRISTO en su muerte -I.I-✡

CONOCIENDO A CRISTO
EN SU MUERTE
(-I-)



¿Qué tipo de muerte es esta? ¿Qué significa dicha muerte y qué no significa?




Mi experiencia me dice que es muy fácil estar de acuerdo con estas cosas como conceptos, ideas y versículos de la Biblia, pero que es totalmente diferente conocer lo que cualquiera de ellas significa como una experiencia del alma. Todo cristiano sabe que la cruz es importante, pero hay muchos malentendidos e imaginaciones acerca de lo que implica la muerte de la cruz. Por esta razón, quiero iniciar disipando algunos pensamientos equivocados. Me he dado cuenta que si primero desplazamos algunas de nuestras propias presuposiciones, vamos a estar más abiertos a ver desde la perspectiva del Señor. Entonces, voy a decir algunas cosas a manera de introducción, para al menos tratar de conseguir que nuestros corazones busquen en la dirección correcta.



Me imagino que la mayoría de la gente que oye o lee algo acerca de experimentar la cruz, morir diariamente o ser conformados a la muerte de Cristo... asume que eso tiene que ver con los sufrimientos, pruebas y dificultades de la vida natural. El pensamiento generalizado es que Dios provee o permite, que vengan situaciones difíciles a nuestras vidas para enseñarnos algo, disciplinarnos, someter o poner bajo control la carne. Se cree que con suficientes lecciones de estas, eventualmente vamos a cambiar y a morir a nosotros mismos. Esta parece ser la más popular de las suposiciones acerca de lo que implica experimentar la muerte al yo.



Quiero decir francamente y de la manera más fuerte y clara que conozco, que eso NO es lo que implica morir al yo; esa NO es la obra de la cruz.



Este tipo de experiencias son las tribulaciones de la vida natural. Suceden muchas cosas difíciles y dolorosas en la tierra, y definitivamente es cierto decir que aprendemos lecciones de las tribulaciones de la vida. Es correcto decir que ese tipo de sufrimientos pueden cambiar rasgos de la personalidad o afectar nuestra perspectiva de muchas maneras, pero esa no es la cruz. La cruz no es nuestra respuesta a las situaciones difíciles. Es decir, la cruz no es la reacción de nuestro corazón al dolor natural, es la muerte de Cristo que obra en nosotros. ¡Y hay toda una diferencia entre estas dos cosas!



Hay ocasiones cuando el dolor natural y las dificultades pueden ayudar a volver nuestros corazones de la tierra al Señor; y eso puede ser algo muy bueno. Hay ocasiones cuando la vida en la tierra duele tanto, que empezamos a volver nuestra atención hacia Cristo; eso es muy bueno, pero no es lo mismo que morir la muerte de la cruz. Mucha gente se apoya en el Señor en situaciones difíciles, y aún así, nunca llegan a entender la cruz. Mucha gente cambia por las situaciones difíciles, pero el cambio de personalidad o de comportamiento, no necesariamente es lo mismo que la transformación del alma.



Antes de que vayamos más lejos déjenme señalar, que de acuerdo a las Escrituras, la muerte que nosotros morimos por Su cruz es la muerte DEL Señor; no es NUESTRA muerte. Es SU muerte la que obra en nosotros. Puede que esto no tenga mucho sentido ahora, y está bien; de esto es de lo que estaremos hablando en estas reuniones. Lo entendamos o no, es importante señalar que en las Escrituras, cuando Pablo o cualquiera de los apóstoles describen la realidad de la muerte en la que hemos sido bautizados, o la obra de dicha muerte en nosotros, describen siempre y exclusivamente, la muerte del Señor Jesucristo que estamos experimentando. Esto es extremadamente significativo.



Romanos 6:3 dice:

“¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?”

2 Corintios 4:10 dice:

“Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos”.

Filipenses 3:10 dice:

“A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte”.

Las tribulaciones y las situaciones difíciles del hombre natural en la creación natural, son incapaces de transformar el alma. Ellas pueden entristecernos, ellas pueden enseñarnos lecciones, ellas pueden cambiar nuestra manera de pensar, ellas pueden cambiar nuestro comportamiento...pero no pueden TRANSFORMAR nuestra alma. A veces no entendemos la diferencia.


Vamos a suponer que usted tiene un vecino que vive a un lado de su casa y que no es creyente. Él no conoce a Dios ni le interesa conocerlo. De repente, él y su familia empiezan a pasar por un tiempo verdaderamente difícil. El esposo pierde el trabajo y las finanzas se tornan un problema. La esposa desarrolla cáncer y atraviesa un tiempo difícil de quimioterapia antes de que finalmente empiece a haber remisión. Mientras tanto, los dos hijos mayores se rebelan y traen una gran presión emocional a la familia. Después de dos horribles años todo empieza a mejorar. El esposo encuentra un trabajo, el cáncer de la esposa ha sido curado, los muchachos han madurado y han cambiado sus actitudes. Fueron los dos años más terribles que el esposo haya vivido; él nunca será el mismo. A través de ese tiempo aprendió a estimar lo que tiene, a vivir al día, a detenerse y oler las rosas, a besar a su esposa antes de ir al trabajo y a pasar más tiempos con los muchachos. Aprendió a disfrutar más la vida, a sonreír y a apreciar las cosas pequeñas. Pregunto: ¿Qué provocó este cambio en él? El cambio es el resultado de circunstancias adversas que en verdad impactaron su corazón; el dolor y las dificultades trajeron una nueva perspectiva a su vida.



Vamos a suponer ahora, que a su vecino cristiano que vive al otro lado de su casa le empiezan a suceder exactamente las mismas cosas. Esta familia ha ido a la iglesia toda su vida, y de repente, empiezan a pasar por exactamente las mismas circunstancias y situaciones. El padre pierde el trabajo, la esposa se enferma y los muchachos se rebelan. La misma historia y el mismo final. Salvo que esta vez, al final de todo, el esposo cristiano dice que él sabe con seguridad que todo el proceso fue una experiencia de la cruz. Que el Señor estaba enseñándole cómo llevar la cruz. A partir de ese momento, este vecino cristiano nunca olvidará cómo le enseñó el Señor a morir al yo. Cuando habla a un grupo en la iglesia, nunca deja de mencionar los dos años difíciles en los que el Señor le enseñó sobre la cruz.



Ambos vecinos tuvieron las mismas experiencias y el mismo resultado al final. Uno le llamó a esto “aprender una lección”, el otro “la cruz”. Si el primer vecino hubiera sido cristiano, la mayoría de los cristianos hubiera dicho que la experiencia y cambio de su corazón obedeció al poder de la cruz, pero como no lo es, tiene que decir que fue una tribulación natural en el ámbito natural que produjo un impacto natural. ¿Cuál es mi punto? Que no hay ninguna diferencia entre la primera y segunda familia. ¡Espero que entiendan lo que estoy diciendo! No estoy diciendo que la segunda familia no fuera verdaderamente cristiana, o que Dios no haya obrado en ella. Simplemente estoy diciendo que a NINGUNA de estas situaciones, idénticas entre sí, es correcto llamarla la muerte de la cruz. Los cristianos son rápidos a forzar relevancia espiritual en las situaciones, debido a cómo los hacen sentir sobre sí mismos, especialmente en las situaciones difíciles que queremos desesperadamente que tengan sentido.



Sé que lo que estoy diciendo puede ser ofensivo, pero mi intención no es ofender, sino despertarnos un poquito. Quiero presentar la cruz de Cristo, quiero presentarles la muerte del Señor que obra en nosotros, de manera tal que sea real. Quiero presentar la cruz de manera que nos proteja de las imaginaciones e ideas equivocadas de la mente natural, a la cual le gusta aplicar la cruz a todas y cada una de las experiencias de la vida natural que queremos que se sean experiencias espirituales. Es muy común para los cristianos culpar al diablo o a la cruz por las dificultades de la vida. Sin embargo, la cruz de Cristo pertenece exclusivamente al Señor Jesucristo. Es Su muerte, Su sepultura y Su resurrección la que debe obrar en nosotros y NADA podemos añadirle a eso.



Hay otros que creen que la experiencia de la muerte de la cruz es un asunto de “reconocerse muertos a sí mismos”. Por eso, muchos de ellos dicen que cuando viene una tentación, un deseo o un comportamiento no deseado es tiempo de parar y reconocerse muertos: “Estoy muerto, estoy muerto, estoy muerto. Dios, tú dijiste que estoy muerto y yo me reconozco como tal”. Pero eso no significa que están muertos, en realidad, sólo prueba que todavía están muy vivos. Una persona muerta no tiene que convencerse a sí misma que está muerta.



Entonces, la muerte de Cristo no es algo que aplicamos a una situación; la muerte de Cristo es lo que debe obrar en nosotros antes de que lleguemos a cualquier situación. La frase “considérense muertos” de Romanos 6, tiene que ver con vivir en la consciencia de lo que es real. Si no conocemos por medio de la comprensión dada por el Espíritu lo que es verdad, considerarnos muertos no nos ayudará ni un poquito. Pablo dijo en:





Romanos 6:6:

“...sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él...”,


Y luego 6:11,

“Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro”.

La consideración debe seguir al conocimiento dado por el Espíritu o sólo será una ilusión.
Bien, suficiente por ahora de lo que la muerte de la cruz NO significa. Entonces, ¿qué significa? Esta es una gran pregunta, no es el tipo de pregunta que tiene una respuesta rápida. Todo lo que puedo hacer en esta primera enseñanza es decir unas pocas cosas acerca de esto. Sólo déjenme hacer mi mejor esfuerzo en describir brevemente lo que es la muerte de Cristo y cómo obra en nosotros. La muerte de Cristo es tanto una realidad consumada como una comprensión presente y continua. Es un hecho finalizado, y sin embargo, para ustedes y para mí, es una experiencia en crecimiento. Es algo que Dios ha finalizado, pero que sigue obrando en nosotros sólo en la medida que veamos y conozcamos lo que Él ha hecho.


La muerte de Cristo en la cruz trajo a su final la relación que Dios tenía con el viejo hombre, la vieja creación y el viejo pacto. La muerte de Cristo trajo un fin judicial al hombre adámico; esto significa que Él cortó su relación con Adán. Hablaremos más de esto, pero por ahora sólo voy a decir que la cruz de Jesucristo estableció una línea limítrofe permanente entre Adán y Cristo, oscuridad y luz, muerte y vida, primero y segundo, viejo y nuevo. Otra vez, la cruz terminó la relación de Dios con el primer hombre, la primera creación y el primer pacto. Dios rechazó, juzgó y separó estas cosas de Sí mismo. Para que ustedes y yo crucemos esa gran división y lleguemos a una relación con Dios, necesitamos nacer de una nueva vida y entrar a un nuevo mundo. La vida, el lugar y la persona es Cristo.


Esto es lo que Dios consumó en la cruz: Una división eterna, un límite permanente; una perfecta división. Esta división es tanto una realidad finalizada en la perspectiva de Dios, como una comprensión continua en nuestro corazón. Verán, no hay nada que aún necesite ser terminado, pero hay mucho que nuestros corazones necesitan comprender a través de la revelación de Cristo; a través de la revelación de dónde estamos ahora y dónde no, quiénes somos y quiénes no, lo que Dios ha hecho por medio de la cruz y por qué. Esto es lo que significa tener a Cristo revelado en nosotros.
Déjenme decirlo de la siguiente manera:




1.- La cruz es lo que Dios ha hecho, y es la que obra además en nosotros, hacia el reconocimiento y experiencia de dicha obra.




No hay dos cruces diferentes; no me malentiendan, por favor. Hay una cruz de Cristo y esa cruz hace 2000 años consumó una realidad eterna. No obstante, aunque hayamos nacido de nuevo en un momento dado, y aunque inmediatamente hayamos llegado a la plenitud de la salvación, experimentaremos la plenitud en nuestra alma sólo en la medida que Cristo, nuestra vida, sea revelado. Inmediatamente después de nacer de nuevo, Pablo nos dice que estamos muertos a Adán, muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús. Y sin embargo, la EXPERIENCIA de esa muerte, la experiencia personal e individual, el conocimiento y encuentro de esa muerte, de ese final, no obra en nosotros a menos que la obra consumada de Dios se torne real en nuestra alma por medio de la iluminación del Espíritu de Verdad.


Ahí es donde tenemos que comenzar si vamos a entender de qué trata la experiencia de la muerte de Cristo. Desde la perspectiva de Dios, todo lo que está involucrado en la muerte del Señor Jesucristo está terminado para siempre. Esa muerte obra en nosotros únicamente cuando comprendemos, conocemos y vemos lo que Dios ha separado de Sí mismo. Cuando nosotros comenzamos a ver y conocer qué y dónde estamos, naturalmente comenzamos a morir a lo que no somos. Cuando comenzamos a comprender lo que Dios ha quitado, eso comienza a caer lejos de nuestros corazones. Cuando comenzamos a darnos cuenta de lo que ya no está relacionado con Dios, eso cesa de sentirse real para nosotros. Así es como la muerte comienza a obrar en nosotros.






2.- La muerte de Cristo obra en nosotros, debido a que estamos en un proceso de comprensión de lo que Dios ya nos ha hecho.




Esta muerte obra progresivamente en nosotros, porque ustedes y yo necesitamos llegar a la perspectiva de Dios por medio del Espíritu de Verdad. Lo que Dios ha finalizado obra lentamente en nosotros, no porque sea una obra en progreso, sino porque sólo le permitimos a Él que nos muestre un poquito cada vez. Y la razón por la que hacemos eso es, porque cada verdadera mirada cuesta algo de nosotros mismos.



Así, pues, la cruz ha perfeccionado la obra de Dios, tal como lo dice:


Efesios 3:11:

“Conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor”, y Colosenses 2:9-10, “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad”.

Está terminada, es un hecho, pero como nuestras almas están llenas de ceguera adámica, y además estamos enamorados de la creación natural, le permitimos al Señor que nos muestre las enormes implicaciones y efectos de esa muerte, muy lentamente. Si realmente le permitiéramos a Su Espíritu que nos muestre la muerte del Señor Jesucristo, ella empezaría a tornarse algo muy personal. Cuando estemos listos para encarar lo que Dios ha finalizado, en términos de nuestra experiencia eso empezará a finalizar.





Prédicas de Jasón Henderson 2

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