domingo, 26 de julio de 2015

╰☆╮Los Espíritus Inmundos Que Más Atacan A La Iglesia_i╰☆╮






III.- Fruto de arrepentimiento.


El arrepentimiento abre las puertas del reino de Dios.




Marcos 1:15

15- diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentí os, y creed en el evangelio.




Arrepentimiento es cuando hay un genuino dolor, malestar, por haber tomado una acción que ofendió a mi Señor. Es el deseo real de poder llevar el tiempo hacia atrás, si esto fuese posible, con la única motivacion de no volver a ofender al ser que tanto amo.

Arrepentimiento no es que las cosas me salieron mal, o que alguien se dio de cuenta. Este tipo de arrepentimiento no abre las puertas del cielo.

Para que exista un arrepentimiento tiene que haber primero un reconocimiento de nuestra parte de que hemos hecho mal delante de sus ojos.








Como se conoce el verdadero arrepentimiento



El verdadero arrepentimiento: El arrepentimiento, es una nueva manera de pensar y una nueva manera de actuar. Es un cambio completo en el pensar y actuar.



ACERCA DEL ARREPENTIMIENTO 
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Arrepentimiento, es el primer paso que damos para recibir la salvación que Dios nos ofrece a través de Su Hijo Jesucristo. “…Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel:




Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? 
 

Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados…” (Hch 2.36-38; 17.30).



INTRODUCCIÓN


La Biblia, no define al hombre; sólo muestra su origen y su finalidad; de dónde procede y lo que debe llegar a ser. Es un peregrino, en pos de su plenitud. Jesucristo, es para él, el alfa y la omega; el principio y el fin. El nuevo nacimiento es posible, sólo a través del sacrificio expiatorio de Jesucristo y por el arrepentimiento y la aceptación, por la fe; de lo que Él, ha hecho en la cruz, para salvarnos. 


Sin la obra de Cristo, no hay redención para el individuo y sin arrepentimiento del hombre, tampoco.

La predicación del evangelio en las iglesias evangélicas, ha insistido en la necesidad del nuevo nacimiento a partir de la aceptación del señorío de Jesucristo y el arrepentimiento del pecado. Es una lástima, que esta importante parte del evangelio, haya sido dejada de lado por una buena parte de la iglesia. ¿Por qué? Quizás por el hecho, de que no se ha entendido que el nuevo nacimiento, es el inicio de un largo proceso que marcha hacia una consumación. La vida cristiana es un proceso, como lo es también, la vida psicológica. La diferencia estriba, en que la vida espiritual normal, sólo tiene anabolismo, está siempre en crecimiento, sin elementos destructivos.
 




Israel, ni siquiera trataba de aparentar obediencia a Dios; sin embargo, Judá mantuvo su apariencia de fe verdadera, sin un corazón sincero. Creer la sana doctrina, sin un compromiso de corazón; es como ofrecer sacrificios, sin un verdadero arrepentimiento. El falso arrepentimiento de Judá, trajo palabras condenatorias de Jeremías. Vivir sin fe, es caso perdido y expresar dolor sin cambiar, resulta traicionero y desleal. No basta con sentirse mal, por el pecado. El arrepentimiento, demanda un cambio de actitud y el corazón que resulta, en un cambio de conducta. Por lo tanto, arrepentimiento:


1. No es el sentirse solamente culpable.
El sentirse culpable respecto a los pecados cometidos, viene antes del arrepentimiento; pero, no es arrepentimiento en sí. Nadie se arrepiente, a menos que primero sienta convicción de sus pecados; pero, no todos los que reciben convicción, se arrepienten.Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó, y dijo: Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré” (Hechos 24.25). Félix sintió convicción o culpabilidad de pecados; pero, no se arrepintió.

2. No es el solo sentir (pesar) por los pecados.
Algunas personas demuestran gran pesar o sentir por las consecuencias de sus pecados o porque han sido atrapados en la maldad. Muchas personas sienten pesar no por lo malo que han hecho, sino por el castigo que reciben cuando son sorprendidos. “Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte” (2 Corintios 7.10). 

3. No es solamente tratar de ser una persona buena.
Muchas personas tratan de ser mejores, con sus propias fuerzas y cambiar sus vidas. Cualquier esfuerzo propio en tal dirección, tiene sus raíces en la auto-justificación; la cual no reconoce, la necesidad del arrepentimiento del pecado. “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento” (Isaías 64.6).


4. No es el solo ser religioso.
Los fariseos en los tiempos bíblicos, eran extremadamente religiosos en su conducta y en su práctica. Ayunaban y oraban; conducían, diversas ceremonias religiosas; sin embargo, nunca se arrepintieron. “Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego” (Mateo 3.7-10; 5.20).


5. No es solamente conocer la verdad.
El tener un conocimiento intelectual, no necesariamente garantiza que la verdad ha llegado a ser una realidad viviente en la vida de uno. El creer con la cabeza y el creer con el corazón son dos cosas diferentes (Romanos 10.10). “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?” (Santiago 2.19-20). 



El mensaje de Juan el Bautista, fue claro: El que se arrepiente y ordena su vida con Dios, iba a ver las bendiciones de Dios en su vida e iba a ser una bendición para el mundo. El arrepentimiento, es una nueva manera de pensar y una nueva manera de actuar. Es un cambio completo en el pensar y actuar. Es un orientarse, hacia Dios. Por lo que arrepentirse de verdad:

1. Es estar apenado por los pecados delante de Dios.
El verdadero arrepentimiento, es un dolor sentido, no hacia uno mismo o hacia otra persona; sino, primero que nada, es un dolor genuino, por haber ofendido a Dios. “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas reconocido justo en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio” (Salmo 51.1-4; 38.8).


2. Ser veraz (sincero) con relación al pecado.
Por medio de Cristo, es que el arrepentimiento llega al corazón humano (Hechos 5.31). También es efectivo, para recibir el perdón de los pecados, cometidos por los creyentes, después de su conversión; por cuanto, aun después de su conversión, el pecado puede asechar al creyente. En tales casos, Juan enseña, que se dispone de un abogado (El Señor Jesucristo), que puede representar a cada creyente, delante de Dios y por medio del cual; la nueva criatura, puede ser perdonada (1 Juan 2.1-2). “Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación,, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades” (Efesios 2.13-16).

3. Apartarnos de nuestros pecados.
El pecado de David, al adulterar con Betsabé (2 Samuel 11.4 y siguientes) y su lucha para encubrir al pecado (2 Samuel 11.6 y siguientes; 12.1 y siguientes). Tal actitud no tiene futuro, no prosperará. Solamente, la oración de confesión, resultará (1 Juan 1.8-10). Junto a la confesión, se agrega el abandono del pecado; que requiere, el poder del Espíritu Santo. Así se logra, la misericordia divina (Salmo 32). La forma, pone énfasis, en la acción de “alcanzar”. “El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Proverbios 28.13).


4. Aborrecer el pecado.
El Señor transforma un duro corazón, en otro inclinado a la obediencia; cuando aborrece el pecado y todas sus formas. Además, Dios aceptará nuestras ofrendas y nuestra adoración. De esta manera nos hará saber, quién es Él. El nombre del Señor ya no será desprestigiado por el verdaderamente arrepentido; sino que Él, glorificará su nombre, ante los ojos de su pueblo y de todos los demás: “Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, Por lo cual te ungió Dios” (Hebreos 1.9). “…y os aborreceréis a vosotros mismos a causa de todos vuestros pecados que cometisteis…” (Ezequiel 20.43-44).

5. Pagar las deudas a los acreedores, en cuando sea posible.
Parece que Zaqueo, ya había oído del Señor Jesús y de Su compasión. Su curiosidad, le hizo subir a un árbol para poder ver al Maestro, ya que su poca estatura, no le permitía ver de otro modo. Cuando Cristo pasó por el árbol, se detuvo, llamó a Zaqueo por nombre y se autoinvitó a comer en su casa. Ningún rabí o maestro en Israel, hubiera hecho semejante cosa. La evidencia de su transformación fue su confesión y nueva actitud hacia su empleo, el dinero y los necesitados. El cambio de corazón, produjo un cambio de actuación. Es precisamente, lo que el Señor busca, en el hombre verdaderamente arrepentido: “Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado” (Lucas 19.8; Levítico 6.1-7).





Debe haber una nueva perspectiva, en cuanto al pecado. Este no debe verse, como simple debilidad o una falla. El pecado debe reconocerse como tal y debe ser nombrado respectivamente. No puede haber disculpas como: “Todo el mundo lo hace”. – “El pecado ocurre en la carne, pero mi espíritu no tiene nada que ver con eso”. – “Yo puedo pecar, importante es que me vuelva a parar”. También hay que entender, que el pecado es un hecho contra Dios (Salmo 51.4; Lucas 15.21). Uno, no solamente se arrepiente para agradar al Pastor o a alguna otra persona. Se trata, de arreglar nuestra relación con Dios. Así que el nuevo creyente debe:

1. Apartarse del pecado.
Las bendiciones alcanzan al hombre, cuando se entrega a Él; no cuando con egoísmo, se ata a los caminos de maldad. Una decisión clara, es dejar el pecado y odiarlo, dejar cualquier hábito malo. No es suficiente llorar y estar tocado por la Palabra; debe haber una decisión con determinación, a dejar lo malo: “No seáis como vuestros padres, a los cuales clamaron los primeros profetas, diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Volveos ahora de vuestros malos caminos y de vuestras malas obras; y no atendieron, ni me escucharon, dice Jehová” (Zacarías 1.4; Gálatas 5.19-21; Efesios 5.5). 

2. Apartarse del mundo.
Todo es consecuencia del pecado y de apartarse de la voluntad de Dios: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Juan 2.15; Santiago 4.4). 

3. Apartarse de sí mismo.
Permita que Dios sea Su fortaleza, cuando los enemigos vengan en su contra; Su fuerza cuando se sienta débil y Su refugio cuando necesite, apartarse de las presiones de la vida: “Y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Corintios 5.15; Lucas 14.26).


4. Apartarse del Diablo.
No había duda alguna en la mente de Satanás, de que Cristo, era el Liberador prometido. Pero él quería, que el Señor se declarara independiente del Padre, cuando convirtiera las piedras en pan. Igual que el maná dado a Israel, provino de Dios; así el alimento de Cristo, debía venir en el tiempo y la manera que el Padre quisiera. El transformar las piedras a pan, sería afirmar Su independencia, de la voluntad del Padre. “Aunque estaba hambriento y estaba bien comer; aun así, El no iba a comer independientemente, de la voluntad del Padre. Satanás lo había tentado, no a apartarse del pan espiritual; sino, a apartarse del Padre, hacia el pan literal, obtenido independientemente, de la voluntad del Padre”: “…para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios” (Hechos 26.18; Colosenses 1.13).

5. Apartarse para Dios.
Así como Dios le dio una oportunidad a Su pueblo en el cautiverio, para comenzar de nuevo; Él les advierte desde el principio, la necesidad de que fueran obedientes. Ahora Dios le ofrece al hombre actual, que por Su gracia, tenga la oportunidad, para que se arrepienta y se consagre a Él. “Diles, pues: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Volveos a mí, dice Jehová de los ejércitos, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zacarías 1.3).

6. Apartarse para una vida correcta.

La parábola del hijo pródigo, es una notable ilustración de esto; lo cual, no implica nada contrario, a la inmutabilidad de Dios; sino, que el aspecto de su mente, cambia hacia un objeto, que ha cambiado en sí mismo. “Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia” (Romanos 6.13).


Hoy es un nuevo comienzo para tu vida. Una vida fortalecida por su Santa Palabra.Que Jehová bendiga todo tu ser, que tus deseos se realicen dentro de su perfecta voluntad.




Amen.

Agradecimientos a la Web & Web

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