domingo, 17 de agosto de 2014

✡Conociendo a CRISTO en su muerte -III-✡



CONOCIENDO A CRISTO
EN SU MUERTE
(-III-)




Vamos a continuar con la tercera parte de lo que he llamado “La vida crucificada”. Mi meta es que a través de esta serie, todos lleguemos a un mejor entendimiento de la muerte de la cruz; qué es y cómo obra en nosotros.







Hasta el momento me he concentrado en dos realidades fundamentales:





1.- La realidad de que la cruz es tanto una obra consumada, como una comprensión progresiva. Es algo que Dios realiza en un instante, y algo que ustedes y yo pasamos el resto de nuestras vidas descubriendo por medio de la revelación de Cristo...y es así, sólo SI le permitimos a Él que nos lo muestre. No hay nada de Dios que esté siendo progresivamente hecho, todo lo que Dios hizo está siendo progresivamente revelado en conformidad a nuestra voluntad de participar. Conoceremos lo que Dios ha finalizado, cuando le permitamos a Él mostrarnos ese final, y posteriormente, obrar ese final en nosotros.





2.- La muerte que debe obrar en nosotros es la muerte de Cristo, no nuestra muerte, nuestros sufrimientos, nuestras dificultades o nuestras lecciones de vida. Lo que tiene que obrar en nosotros es el final que Cristo estableció, es decir, que dicho final, el cual es ahora, sea establecido en nuestras almas. ¿De qué final estamos hablando? Vimos que la cruz trajo un final decisivo a la relación que Dios tenía con el hombre natural, en la creación natural y por medio del antiguo pacto. La cruz no es sólo el final de la relación de Dios con todas esas cosas, sino también el establecimiento perpetuo de la relación de Dios con el nuevo hombre, como una nueva creación y en un nuevo pacto. Por eso, lo que la cruz de Cristo remueve de la vista de Dios, también es removido de nuestros corazones si somos conformados a Su muerte.






¡Esto es muy importante! Debe ser la muerte de Cristo, puesto que es imposible para nuestra muerte, nuestros sufrimientos o tribulaciones lograr ese resultado.





No hay dificultad física que lleve a nuestra alma, a finalizar su relación con el viejo hombre adámico, con la vieja creación y con el pacto que Dios ha hecho obsoleto.





Las luchas y diversas situaciones naturales, puede que algunas veces nos ayuden a volver nuestro corazón de la tierra a Dios, o puede que sólo logren ponernos de mal humor, pero la cruz que nosotros debemos llegar a conocer, no es nuestras pruebas personales, sino EL FINAL de nuestra relación con Adán, su creación y su pacto. Esta es la razón por la cual las Escrituras siempre insisten en que es la muerte DE CRISTO la que debe obrar en nosotros.






Nosotros experimentamos la muerte de Cristo, al permitirle a Él que nos muestre que ya estamos muertos, y no porque Dios efectivamente crucifique nuestra carne. Conocer la verdad es, precisamente, la manera por la que la muerte de Cristo obra en nosotros y siempre implicará el costo de lo que nosotros llamamos vida. Si nosotros estamos reacios a perder nuestra vida, lo sepamos o no, estamos reacios a conocer la verdad. ¡Es un hecho!






Muy a menudo me topo con la idea de que Dios está tratando de crucificar nuestra carne a través de la cruz de Jesucristo; que Dios en este momento está tratando de matarnos. Si bien en un sentido esto es cierto, creo que la idea que descansa detrás de este pensamiento, por lo general está equivocado. Lo que quiero decir es, que Dios no está tratando de matarnos; si ya somos cristianos, Dios está tratando de mostrarnos que ya estamos muertos y lo que eso significa.





Cuando la gente me oye decir este tipo de cosas, de inmediato se confunden y se resisten a este tipo de afirmaciones. La razón por la que nos confundimos y nos resistimos, es porque la palabra “muerte” no describe ninguna de las cosas que nosotros percibimos como cristianas. La mayoría del tiempo los cristianos dirían: “Yo siento cualquier cosa menos muerte; todo lo contrario, me siento completamente vivo. No me SIENTO muerto al pecado, no me siento muerto a Adán ni tampoco al mundo. NO. Por lo tanto, Dios debe MATARME a esas cosas”.






Entonces, cuando oímos que Dios está tratando de mostrarnos que ya estamos muertos, nos suena tonto. En inglés, la gente diría: “mind over matter”; que nosotros estamos tratando de hacer que algo sea real al creer en eso. Este NO es por mucho el caso aquí. Si hemos nacido de nuevo, no tenemos la necesidad de hacer que ALGO sea real, sino la de comprender lo que Dios ya ha hecho real, pero en la medida que no comprendamos, en esa misma medida no sólo somos ignorantes, sino que también estamos engañados.





Si usted viera a un ser humano actuando como perro, es decir, a una persona que en realidad pensara que ES un perro, pidiera su comida con la lengua afuera, le ladrara a los gatos y diera tres vueltas antes de acostarse... ¿Cómo lo ayudaría? ¿Le diría que si cree lo suficiente podría ser humano? Hacer todo lo posible para convencerlo de que ya es humano, ¿no le parece extraño en este caso? Usted sólo debería ayudarlo a comprender la realidad de la situación, que entienda lo que es cierto a pesar de su ignorancia y engaño.





Los cristianos creerán casi cualquier cosa, SALVO el hecho de que están crucificados con Cristo, sepultados con Él, muertos al pecado y libres de Adán...a pesar de que la Biblia declara en cada página del Nuevo Testamento que estas cosas son reales. Hemos creado miles de teologías extrañas, para de algún modo explicar y relegar en el futuro, lo que la Biblia claramente describe, debido a que nada de eso se alinea con nuestra experiencia y perspectiva presente.





Los cristianos prefieren creer que todo lo que Pablo dijo que era “ahora en Cristo”, es en realidad para un tiempo y lugar diferente, sólo porque no pueden verlo con los ojos físicos. Los cristianos prefieren tratar de creer que las bendiciones que Pablo dijo que eran espirituales y en Cristo, son en realidad naturales y que van hacia nuestras cuentas bancarias. Los cristianos a veces prefieren oír que Dios está enojado y decepcionado de ellos, que oír que ya hemos sido crucificados con Cristo.





Pero, verán, hay razones por las que pensamos de esta manera. A menudo preferimos creer en este tipo de cosas, porque nuestros corazones siempre se resisten a la muerte de la cruz. Pero también nos quedamos atorados en este tipo de ideas, porque asumimos que nuestros sentidos físicos y mentes naturales tienen la habilidad de definir lo que es espiritualmente real. Asumimos que tenemos la habilidad natural de experimentar la verdad y discernir lo que es real. Pero esa es una presuposición muy peligrosa. Es peligrosa, porque nuestras suposiciones falsas y nuestra falta de consciencia y reconocimiento, son precisamente, el problema que Dios está tratando de resolver. Nuestras mentes, lejos de ser una medida precisa de la realidad, son por naturaleza “enemistad contra Dios”. La mente natural con todo y sus facultades naturales, no conocerían la realidad espiritual aunque nos abofeteara la cara.






Pensemos en los judíos de los días en que Cristo caminó como hombre. Las palabras de Cristo eran espíritu y vida. Los caminos de Cristo eran una perfecta manifestación del Padre. No obstante, no sólo no lo reconocieron...sino que lo juzgaron como peligroso y lo mataron. Incluso, Él les dijo a Sus discípulos: “¿He estado con ustedes por tanto tiempo y aún no me conocen?” El punto es que nosotros no debemos confiar en las facultades naturales y corruptas del cuerpo y la mente humana, para enseñarnos lo que es espiritualmente real. Toda realidad espiritual se torna real a y en el alma, SÓLO en la medida que es revelada por el Espíritu de Dios.





Por tanto, si Dios dice que los que hemos sido bautizados en Cristo, en primer lugar, hemos sido bautizados en Su muerte, entonces esta es una realidad. No es una teología para ser estudiada, una idea para ser cuestionada o un evento que tiene que ser esperado. Es una realidad que debe ser revelada y experimentada. De hecho, tenemos que comprender que todo el crecimiento espiritual es simplemente, el descubrimiento dado por el Espíritu de la obra consumada de Dios. El Espíritu está trabajando en nosotros para mostrarnos la verdad de lo que ya es. 1 Corintios 2 dice que el Espíritu de Dios fue dado para que podamos conocer las cosas que Dios nos ha dado. Una de las cosas que Dios nos ha dado, es más, el principio de todas las cosas que nos han sido dadas por Dios, es la muerte. El Espíritu trabaja en nosotros para mostrarnos la muerte en la que hemos sido bautizados.





Prédicas de Jasón Henderson 5





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